Cedro

domingo, 27 de octubre de 2019

Paz interior


Era un hombre, que deseaba fervientemente encontrar su paz interior, y la estuvo buscando por muchos sitios, sin apenas éxito.

En uno de sus largos viajes, llegó hasta un recóndito monasterio en las montañas, y preguntó al abad:

Quiero hallar mi paz interior, ¿podría buscarla en este templo como novicio?

Por supuesto que sí, ―respondió el abad.

Tras un periodo de tiempo, se inició en la meditación y rezos del monasterio, además de aprender a controlar la ira, el ego, la envidia y todos los sentimientos negativos que dañan el espíritu; pero esa, no era la paz que él andaba buscando.

En otra ocasión, visitó a un anciano ermitaño, del que se decía que era el hombre más sabio de todos los sabios, por haber logrado un estado muy elevado de paz interior, y le preguntó:

Deseo encontrar mi paz interior, ¿puedo servirle como discípulo?

No tengo ningún inconveniente, ―dijo el ermitaño.

Y después de algún tiempo con el sabio, el hombre aprendió a vivir en armonía con la naturaleza, y se sintió cerca de su paz interior, pero tampoco era la que él necesitaba.

Siguió el hombre buscando, hasta llegar a un hospital de leprosos, donde siempre estaban necesitados de manos para ayudar, quedándose unos días a cuidar de los enfermos con las extremidades vendadas y deformadas, encontrando allí lo que él buscaba: la paz que produce ayudar a los contagiados y marginados, de los que nadie quería saber, y que algunos se encontraban en el mismo umbral de la muerte; así fue como el hombre descubrió su paz interior.


Moraleja: Para tener paz interior, hay que practicar la generosidad, la compasión, y el amor (anónimo).


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